sábado, 18 de octubre de 2014

Mucho es demasiado (2/3)

–Quiero ayudarte. Salgo el martes de permiso. Dime qué quieres que haga.
–Busca a mi esposa. Ella te dirá la verdad.
–¿Cómo se llama?
–Juliana Vistoi.
–Cuenta con ello.
–¿Por qué lo haces?
–Me aburriré ahí fuera y no tengo dinero para irme de putas. Ni siquiera para fumarme un buen canuto. Si no me entretengo en algo volveré a hacer de mula y paso de que me agraven la condena. ¡Solo me quedan cinco meses!
–¿Qué te pasó?
–Me traje 20 kilos de cocaína en la maleta.
–¿Cuánto pagas?
–Tres años y medio.

Huáscar salió de la Suprema sin mirar atrás. Le excitaba sobremanera hacer algo diferente a quebrantar la ley. Cogió el monegrino y arrivó pronto a la capital del Ebro. No se detuvo en visitas turísticas. Debía encontrar a Juliana.
La dirección de Valdespartera resultó ser correcta. Por el interfono sonó la voz añinada de una chica. Cuando subió al portal se llevó un chasco, porque quien le abría la puerta no podía tener más de seis u ocho años.

–Hola, bonita. ¿Está tu mamá?
–Mi madre falleció hace diez años.
–No puede ser. Tú no tienes esa edad.
–No, no la tengo.
–Estoy buscando a Juliana Vistoi.
–Tienes poca memoria. Ya te he dicho por el portero que soy yo.
–¿La esposa de Michel?
–¿Lo has visto? ¿Cómo está?

Huáscar Merino se quedó absolutamente flasheado. ¡Entonces era cierto! Era un maldito degenerado. Su cara denunció su repulsa.

–Dime la verdad. ¿Te ha tocado ese cerdo? –preguntó con miedo a escuchar la respuesta.
–Sí, muchas veces –replicó ella con no disimulado orgullo–. Durante años.
–Qué cerdo.
–No le hables así.
–¡Encima! ¿Pero no entiendes que tienes el síndrome de Estocolmo?
–Que no me ha forzado. Que yo siempre he querido. Estamos casados.
–No me jodas. Eres una niña.
–Tengo 33 años.
El interno tomó aire. Se había perdido algo. Juliana le invitó a pasar y le ofreció un café. La oferta era irrechazable para cualquiera acostumbrado al rechazo y la desconfianza.
Para aparentar seis años la chica mostraba una coordinación sospechosa. No era la primera cafetera que ponía. Y tampoco hablaba como una niña. Poco a poco Huáscar comprendió que aquella era realmente la esposa de Michel.

1 comentario:

  1. Jajajaja...Que completo Drywater, sólo te ha faltado algo de rock and roll...Y aún sin ello, no le falta detalle...Ni sentido del humor...Ni ironía...Jajajaja...

    Abrazos!

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