lunes, 26 de abril de 2010

Esto es increíble

Vale que a veces me complico las clases yo solo; vale que a menudo me voy por los cerros de Úbeda y para rescatar a los chicos tengo que irme hasta las nieves del Kilimanjaro; cierto que me preguntan por el Real Zaragoza y siempre respondo un “vaya pena” en lugar de un “¡Tsssssssh! Haz el ejercicio, Javier”; bien que soy yo el que elige mal las broncas con eso de “vale ya de cachondeo” o las órdenes con aquello de “córrete un poco”. Hasta aquí estoy de acuerdo que si fuera un poco más borde y no se me estallase la risa por cualquier gilipollez sería más sencillo dar clase de inglés en segundo de ESO. Lo acepto y asumo el poco miedo que inspiro en mis hormonados alumnos.
Puedo lidiar con un flamante libro de una prestigiosa editorial cuyos chistes no los salvaría ni Chiquito de la Calzada; y con unos caretos que parecen sacados de un casting de frikis; la temática tampoco es para tirar cohetes, ni tampoco la estética “casual” de los protas; incluso la entonación sobreactuada puede atraer a los más payasos que se ponen a repetir las frases como loros aventajados imitando a Robert de Niro en Taxi Driver (“Are you talking to me? I’m the only one here. Faster than you, sonofabitch!”)
Con lo que ya no puedo competir es con esta página. Y no lo digo porque en el audio la voz que dice la frase del bocadillo sea la de la chica. Pese a mi despiste habitual eso lo noté (los chicos no). Pero uno de ellos se fijó en el detalle y lo cascó a toda la jungla. Y adiós clase. Empezando por el profesor, que se salió del aula al pasillo porque la risa le ahogaba la respiración y le desencajaba la mandíbula. Volver a los 50 segundos y pretender volver al inglés fue algo así como misión imposible. Aún así, a los treinta minutos conseguí dar clase…en otro grupo.

lunes, 19 de abril de 2010

Lewis Carroll en el país de Tim Burton

¿Ya saben qué similitud tenían el puto cuervo y el escritorio de los cojones del mad hatter? No me negarán que el sombrerero loco suena mucho mejor en inglés. ¿Y por qué se dice “estás más loco que un sombrerero / una liebre de marzo”?
A la primera pregunta aportaré otra respuesta absurda para sumarla a la cantidad de insulseces, ingeniosidades y gilipolleces que se han sugerido hasta la fecha. Lo gracioso es que hay quién incluso se lo ha tomado en serio, así como el que intenta darle sentido a “I’m the walrus” de Los Beatles. Vayamos por partes, que decía Jack el destripaputas: Cuando Carroll escribió el acertijo “en qué se parecen un cuervo y un escritorio” no tenía ni repajolera idea. Lo mismo le pasaba a John Lennon con su canción “Yo soy la morsa” que no tenía ni pies ni cabeza, pero cuya letra ideó porque estaba fumado y para que los analistas de canciones se estrujasen las meninges buscando sentido o simbolismo a algo que no lo tenía. Mi respuesta absurda al enigma sin solución es: el cuervo tiene el cerebro grande y el escritorio te lo agranda.
Ahora que ya he arreglado el mundo arrojaré un poco de luz sobre el sombrerero y la liebre, esta vez con un poco de criterio. Los sombrereros ingleses utilizaban altas dosis de mercurio al confeccionar sombreros, por lo que a menudo su cerebro se veía afectado. La liebre en marzo se vuelve alocada porque es la época de apareamiento.
Tras tan abusivo prolegómeno, hablemos de Alicia. Parece mucho más acertado “actualizar” el cuento y conferirle estatus de secuela que realizar un peligroso remake de la película de dibujos animados de Disney. Aquella cinta se grabó en la mente de varias generaciones y marcó al cine de animación para siempre. En cualquier caso es arriesgado retomar un clásico. Una vez hecho, lo primero que sorprende del largo de Tim Burton es que es menos burtoniano que nunca. La característica oscuridad, esa atmósfera sombría del director está más iluminada que de costumbre, por lo que lo único que nos recuerda quién maneja la cámara son los actores fetiche Depp y Bonham Carter como el sombrerero moñas y la reina chupa-chups. Si consigues superar el nuevo look del gato de Chesire, la marcada obesidad de Tweedledum y Tweedledee en plan guiño a la dieta americana, la aprensión que produce la reina roja y el incipiente protagonismo del sombrerero, entonces puedes bucear en el mundo onírico. La versión de Burton tampoco recorre muchas millas marinas de submundo, y las criaturas que nos enseña son poco menos que las justas para sacar adelante la película. En esto contrasta mucho con la versión de 1951, mucho más contemplativa y descriptiva de los múltiples seres y parajes del maravilloso país.
Sería un error recomendar la película a todos los públicos porque no es para toda la familia. Un niño podrá sentirse hechizado por las flores que hablan o las orugas moradas que fuman e insultan a la vez, pero es difícil que comprenda lo que está pasando hasta que empiece el dragón a soltar flamígeros esputos. Definitivamente la versión es para todos aquellos que en un momento de su infancia sucumbieron a la original y quieren volver por dos horas a su añorada niñez. Pero Burton es cruel y recalca continuamente que el submundo de las reinas roja y blanca representa una proyección onírica de la cruda realidad decimonónica, y que el escapismo virtual dura sólo hasta que el sueño se evapora como el gato de Chesire y nos devuelve a los problemas cotidianos. Por eso los problemas en Wonderland no acaban con el filme, sino que suponen un aprendizaje y entrenamiento para los asuntos serios y maduros de la existencia tangible. Alicia se cansa de repetir que es su sueño y que pasa lo que ella dice. Quizá por ello el sombrerero se consume en su propia pena de saber que su integridad caduca con el despertador, y que su consciencia de existir es ilusoria a más no poder. Aún así, Burton nos invita a no dejar de soñar, revindica la absurdez de muchos de nuestros actos y revaloriza la infancia y la imaginación como elixir de la eterna juventud y de la felicidad más plena. Por todo ello, por los mensajes contemporáneos, los acertados efectos especiales, el equilibrio entre acción y trama, la paleta de colores imposibles, la ridícula comicidad de los malos, el catálogo de especies en peligro de digitalización o los diversos niveles estratificados de significación, Alicia en el país de las maravillas timburtonianas merece la pena ser visualizada. Incluso habrá alguno que le escriba una crítica y todo.

miércoles, 14 de abril de 2010

Infracción en las aulas

El arte no puede ser copiado; al menos gratis.

A Patricio Márquez no le gustaban mucho los institutos. No en vano había perdido seis años en uno de ellos. No podía quitarse de la cabeza los gemidos juguetones de los delfines albinos en primavera. Los documentales de La 2 contenían toda la belleza animal y él los devoraba como el león a la gacela, como el inspector de la SGAE al infractor. Por fin apareció el malvado delincuente.

- ¿Alberto Coma?
- ¿Cómo?
- ¿Coma?
- No. Gómez.
- Pues aquí dice Alberto Coma.
- Pues soy Liberto Gómez.
- Bueno, no importa. Siéntese, señor Pérez.
- Gómez. ¿Qué te has fumado, ko?
- Usted ha cometido una infracción de tipo tres, plagiando material protegido sin consentimiento del autor.
- ¿Mande?
- A ver. ¿Usted escribió en el examen de filosofía “Los sabios son los que buscan la sabiduría; los necios piensan ya haberla encontrado.”?
- Claro. Es mi cita estrella para hablar del existencialismo.
- Pues no estaba autorizado a usarla.
- ¿Cómor?
- Tiene que pagar una multa.
- ¿Al autor?
- No. A la SGAE que defiende los derechos de los autores fallecidos.
- Menos mal. Por un momento pensé que Napoleón I iba a venir a cortarme la cabeza por usar su cita.
- Pues serán 150 €.
- Tú lo flipas.
- Pague y será un ciudadano honesto. Además puede pagar 200 y se asegura los derechos de uso de la cita por siempre jamás.
- O sea, que si te doy 200 pavos puedo usar la frase siempre que quiera.
- Afirmativo.
- Vete a la mierda.
- Ya sabe que si no paga su nombre quedará vinculado a un fichero de morosos de la policía con todo lo que supone, supresión de becas, inhabilitación para cargos públicos, etc. Y usted quería ser bombero, señor Colmes.
- Anda que no sabes, ratón. Pásate la semana que viene que te doy las perras.

Patricio Márquez volvió siete días después y cobró los cuatro billetes marrones prometidos. Tan contento se marchó pensando en “La grulla en celo” que despachaban esa tarde en La 2 que no vio un interesante anuncio en conserjería. El cartel decía lo siguiente:
“GRAN COLLECTA A FAVOR DE LOS NIÑOS POBRES DE MÓNACO. DONATIVO: 1€. RECEPCIÓN: LIBERTO GÓMEZ”

jueves, 8 de abril de 2010

Pedid y se os dará

Los jetas carecen de muchas cosas. No saben trabajar, ni entienden de madrugones ni comulgan con las responsabilidades. En su favor, son expertos innatos en coger piedras y sacarles sustancia. Ponen su dignidad de rodillas o la abren de piernas o con el culo en pompa y sacan, producen beneficio donde los demás sólo vemos campos yermos y terrenos baldíos. A menudo se llenan la cabeza de pájaros y multiplican sus cántaros de leche o miel hasta especular con media costa del sol. Lo gracioso es que suelen partir de cero y llegan a cien allí donde los honestos hacen cincuenta después de ahorrar y picar con sacrificio y abnegación.
Gonzo Manchas Mácula es un licenciado de la vida. Ni tiene carrera ni la secundaria aprobada. Era demasiado vago para rematarla. Todo lo que hizo fue aceptar como regalo el primer ciclo a cambio de nada. Después vinieron trabajos de camarero en discotecas. Al principio pintaba bien, pues el sueldo le daba para el alquiler y para sus gastos. Una de sus ventajas es que siempre ha sabido ratear allí cuando los billetes escaseaban. Pero un buen día abrió tanto los ojos que se llenaron los sesos de posibilidades que no tenía. Y dijo que era actor y se puso el mundo por montera. Infructuosos meses después nuestro héroe volvió más pobre pero no más sabio, pues desoyó los consejos de los que le queríamos bien. “Busca un trabajo”, le decíamos. Pero él quería ser director de cine. Invirtió los dineros que no tenía acudiendo a su amigo Esquesino Mateos. Le prestó el dinero sabiendo que no lo recuperaría. Lo que hace la amistad (¿o es la debilidad?). Gonzo creó un largo de cierta gracia pero de excesivas pretensiones. Se pateó –poco- el circuito profesional y acabó por aparcar el proyecto ante la falta de posibilidades y de constancia. Llegaba el momento de ser cantante. Gonzo Manchas entonaba como el culo pero tenía demasiado carácter para que nadie le quisiera decir la verdad. El jamacuco le duró poco esta vez, y las pérdidas fueron menores. Después vino la venta de la colección de sellos de su padre. Gonzo lidió hábilmente con sus hermanas para rentabilizar los ingresos: Pagó la residencia de su padre y se quedó la mitad de las perras. Sus conformadas hermanas no hicieron mucho ruido, pese a que sus novios veían el dinero inclinarse hacia el mismo bolsillo. Así fue como Gonzo se echó novia, compró un cochazo y empezó a llevar un tren que no podía soportar, al menos económicamente. Como los malabares parecían pocos, nuestro vividor montó un bar con el dinero que les debía a sus desgraciadas hermanas. Pero era tan vago que se olvidaba de abrir o se apresuraba en cerrar: la noche era demasiado dura en el lado ingrato de la barra. El garrafón y las tapas pasadas sentenciaron el negocio. De hecho la sabiduría popular bautizó el local como la hierba de Atila: el que lo pisaba una vez nunca volvía a poner los pies en él. Gonzo mientras se montaba sus películas. Echaba la culpa a la conjunción virgo-piscis, a la orientación norte, al Imaginarium de la esquina y a la tienda de crucifijos de enfrente. Era incapaz de vislumbrar un mínimo fallo es su impecable gestión. De nuevo, nadie tuvimos valor para decirle que su bar era un asco y que por eso nunca teníamos sed, que lo de ser abstemio era sólo en ese lugar. Al final Gonzó chapó por culpa de los demás pero mantuvo su tren (y su cochazo). Su novia empezó a cansarse de darle dinero para que invirtiera en ranas del Brasil o en venta ambulante de cuadros de arena. Sus discusiones eran constantes, pero ya se sabe: mujer enamorada mujer doblada. Y así continuó madrugando para él, para seguir viajando ambos en ese AVE a toda velocidad. Pero el señor Manchas tenía un as en la manga: volvió a pedirle dineros a Esquesino. El desgraciadico no sabía decir no pero cada vez se incomodaba más de malvivir veinte años en la metalurgia como una hormiga para que Gonzo se llevara sus perras en billetes gordos. Sus proyectos eran ambiciosos y Esquesino sufría mucho. Al principio por su amigo, últimamente por su disminuidos ahorros. Pero Gonzo quería abrir una academia de baile, que sin duda era su gran vocación. Tampoco quería vender su cochazo, y mentía constantemente a sus hermanas, sabedor de que desaprobarían sus tejemanejes. Esquesino cayó en una profunda depresión. Su mujer le puso un ultimátum: “o cierras el grifo o me voy con el bombo, que tu hijo necesita un porvenir y tu amigo nos está desfalcando. Que si se muere de hambre puede venir aquí a comer, pero que trabaje como hacemos todos, que estoy cansada de hurgar coños para que este caradura dilapide lo que no está escrito.” Marta, ginecóloga ella, acabó cogiendo el bombo, el piso y la pensión alimenticia. Esquesino siguió salvando el culo de su gran colega, y metió el suyo en el fango hasta que se ahogó. Perdió la custodia, la casa del pueblo y siguió prestando a su vampírico amigo hasta que el juez le embargó el sueldo. Hoy en día he perdido la cuenta del dinero que Esquesino le habrá dado a Gonzo, pero podría rondar los siete millones de pesetas. Por lo menos su empresa de masajes naturales parece funcionar: sólo pierde 400 € al mes. Para tratarse de Gonzo, casi es ganar dinero.
Nunca me he atrevido a decirle a Gonzo que es un sinverguenza. Tampoco sabe que yo sé todo esto. Es Marta quién me lo ha confesado. Ella es relativamente feliz, pero perdió al hombre de su vida por culpa de un jeta vividor y destrozafamilias. Claro que Esquesino también tiene lo suyo. Era tan bueno que nuca supo cortarle los pies a la sanguijuela que le chupaba. Las hermanas de Gonzo ya no quieren saber nada de él. Dan el dinero por perdido y lo han borrado de su existencia. Han hecho muy bien. Y yo soy amigo del actor, director, bailarín, empresario, cantante, masajista y licenciado de la vida, pero hoy que sé hasta donde ha llegado su irresponsabilidad y voracidad, ganas me dan de no volver a hablarle hasta que no devuelva hasta el último chavo. Me temo que el mutismo sería eterno.

domingo, 4 de abril de 2010

¿Vale la pena este blog?

Según Arkaitz sí compensa eso de clickear sobre el enlace y dejarse las pestañas leyendo. Por eso, porque nos ha otorgado el "Premio Vale la pena" me siento autorizado para recomendar diez espacios bloguísticos que merecen ser visitados y comentados.

Las normas de recepción del premio se reducen a colocar este sello como hipervínculo al blog que os lo otorgó, agradecerle su fallo y elegir tus diez blogs favoritos con sus enlaces, además de explicar las reglas para que la cadena no se resquebraje.
Muchas gracias al Rincón de Arkaitz y allí van mis sugerencias que espero visitéis porque colmarán vuestras ambiciosas expectativas.

Dirty clothes clean at home.
Los Rufianes acabarán siendo míticos. Además se lo debía.
El rinconcito de Kela. Hay detalles de la realidad que sólo Kela sabe apreciar.
¿Acaso tú te crees lo que te dijo el barquero? Yo me lo sigo creyendo.
Voto a brios. Si en algún momento el guerrero del antifaz te salvó del aburrimiento.
A sangre fría. El escepticismo realmente puede hacernos libres.
Quién pisa con suavidad va lejos. Y ya casi no veo donde están...
El pobrecito veedor. Sociología, política y más.
Cine más comics. Celuloide y rotulador se van de copas.
Fotos bonitas. Un buen espacio para vampirizar wallpapers.
Deprisa. Macroliteratura en microtextos.

Muchas gracias a todos y disculpas a los que no he escogido. Si queréis seguir la cadena genial, y si no lo hacéis también me parece estupendo. Un abrazo