sábado, 27 de febrero de 2010

Vampiros de libro

Los chupasangres literarios, y no me refiero a los editores, llevan unas cuantas décadas sobreviviendo a modas, crisis y gustos. Está claro que Drácula ya no podría presentarse ante los lectores de hoy con su capa roja y las entradas de la frente dibujando un amenazador triángulo de áspero cabello peinado hacia atrás. Las yugulares más afectadas en la actualidad por la hambruna vampiresca son jugosas y tiernas: rara vez superan los veinte años de experiencias vitales. ¿Por qué los adolescentes están tan enganchados a la literatura succionacuellos? ¿Qué extraña hormona les conduce directos a los colmillos de los no-muertos? ¿Acaso les va la marcha? Pues parece que sí. La lectura draculesca reúne atractivos focos de interés para los jovenzanos. De un lado nos encontramos con historias románticas de amor imposible: humana-vampiro, bicho bueno-hombre malo o demás combinaciones licántropo-vampirescas. El paradigma de la femme fatale se invierte. Ahora el oscuro objeto de deseo que lleva a la perdición lo representa el chico encantador pero con voracidad por los leucocitos. El nene vampiro tiene un corazón de oro, pero el hambre es el hambre. El rollo este caníbal-sexual le va mucho a las muchachas perdidas en sus múltiples fantasías onírico-sensuales.
Luego está el tema sobrenatural. Los caballeros del zodiaco y los superhéroes en coloridos leotardos bajo el calzoncillo de látex suena a infantil y ridículo a la vez. ¿Qué mejor que contar con un ejército de superguapos de piel lánguida, ojos penetrantes, colmillos fálicos y excepcionales facultades físicas? ¿Que lo mismo se transforman en perro que batean sus murcialescas membranas interdigitales? ¿Que se emborrachan con sangre humana en lugar de red bull con ginebra y que son débiles ante crucifijos, amaneceres, ajos e iglesias? ¿Que no mueren fácilmente y que tienen que ser malos por naturaleza, por mera supervivencia? No hay mejor manera de mezclar romanticismo gótico con superhéroes vestidos decorosamente. Por todo ello, por la relación maldita, el terror de la noche, la atracción prohibida, la maldad contenida y las contradicciones vitales, el inframundo sobrenatural refleja el universo adolescente donde los amores son imposibles; la belleza, fugaz; los ideales, engañosos; y las propias facultades, insondables para inocentes niños y desfasados padres.

sábado, 20 de febrero de 2010

¿Cuál es el medio de comunicación más poderoso?

Semejante pregunta no vaticina una respuesta sencilla y rotunda, empezando por la nada despreciable dificultad de delimitar el vocablo “poderoso”. Si cuantificamos el poder por la influencia conductual sobre los receptores, sin duda es la televisión la ganadora. Ningún otro medio condiciona tanto las actitudes, expresiones, gustos, ídolos musicales y deportivos, costumbres, caprichos, alimentos y opiniones de sus víctimas. Sin embargo, si lo que buscamos es cultura, no hay caja tonta ni ordenador ni radio que pueda competir con la prensa escrita, tanto en formato diario como a través de revista especializada. Y no sólo para el desarrollo de las capacidades intelectuales, también como medio de información general. Si además queremos que las noticias vengan calentitas como recién salidas del horno la fidelidad a la radio es obligada. La FM y la AM también son las más poderosas si atendemos a número de horas de emisión y terminales enchufados. Su captación auditiva (y no visual) permite al oyente recibir entretenimiento, información y opinión de modo secundario, mientras realiza otra actividad principal: trabajar, estudiar, correr, cocinar, leer, dormir, conducir, limpiar o chatear, entre otras.
Supongamos que el medio más potente es aquel que sufre más publicidad: pese a la dura competencia la prensa escrita pronto quedaría descartada. La radio y la tele disputarían un honroso segundo puesto e internet reinaría con alevosía. Una gran parte de los contenidos ofertados por la triple w son anuncios: coches, dinero online, discos, churris, imágenes, descargas, vacaciones… y todo lo que se te ocurra. Tal es la vorágine publicitaria que envuelve al medio que hasta pagan al poseedor de una página o espacio web por soportar estoicamente los anuncios de otros; eso sí, cuando ostenten un número decente de visitas.
Si el parámetro de medición es la interactividad, internet ya no gana, arrasa con saña. Admitámoslo, un sistema con el que puedes transmitir un libro entero en pdf, apropiarte de imágenes, canciones, programas, películas, plasmar tus inquietudes en un blog, facebook o tuenti o conversar por escrito a tiempo real (messenger) le da mil vueltas a todo lo demás, en parte porque internet ya engloba y contiene a todos los demás medios.
Los principales diarios incluyen someros contenidos en sus ediciones online; la radio y varios canales de tele ya pueden sintonizarse vía telemática; y los vídeos más relevantes emitidos por cualquier “mass media” pueden cotillearse previo paso por youtube. Y todo con la incontestable y abrumadora ventaja del internauta de decidir qué y cuándo quiere ver, oír o descargar esto o lo otro. Impepinable. La suerte está echada. La tele ha muerto. Viva Internet, el nuevo rey.
Y por sí quedara alguna duda, ahí va un recuento aproximado de mis horas diarias de medios de comunicación: radio, 40 minutos; prensa, 10 minutos; televisión, 70 minutos; internet, 240 minutos. No hay color.

lunes, 15 de febrero de 2010

Sacad los penes…

…y ponedlos encima de la mesa. Por más que la presentación adivinara rocambolescas jornadas orgiásticas o púberes comparaciones de miembros viriles, lo único que yo pretendía con tamaña ambigüedad era solicitar de mis compañeros de cena un soporte informático para volcar las ceremoniosas instantáneas digitales que recogían el enlace de dos de los comensales. ¿O acaso tenía que haber dicho “sacad los pen-drives” o los “penes drives”? Lo más aparente hubiera sido apelar a los “pens” y ya, pero entonces ni tenía coña ni artículo de blog.
Los extranjerismos se comportan de dos maneras predominantes: O se españolizan hasta el corvejón o se anglosajonan de cabo a rabo. Dado que la mayoría son términos ingleses pues parece razonable mantener sus sufijos de género y número. Pero de todo hay. Desde los que se atiborran de guisqui porque están burnaos a los no tienen penes sino pinchos. Claro que para consumir whisky, estar quemao o burnt out y usar memorias usb portátiles no hace falta saber idiomas. Por eso grabamos cds o cedés, tomamos gin-tonic, hacemos mitings o mítines, le damos al play, nos hacemos unos liftings, acudimos al spa o al club, escribimos en el blog, usamos bluetooth y nos meten cuatro desde el corner. Tal vez un buen catering con sándwiches de bacon (o panceta) para hippies y yuppies y camareras en top less nos shakespearice el rumbo a la lengua inglesa. El problema es ¿quién nos cervantinizará el camino hacia el castellano?

lunes, 8 de febrero de 2010

Carril de atropellos

El bravo agente Más Largo que un Día sin Pan fue elevado a la categoría de héroe policial en todo el estado. Su hábil destape de los asesinatos del cine Marlon lo había colmado de palmadas en la espalda y medallas honoríficas, además de otras promesas venideras como la inmediata promoción al puesto de ayudante del subinspector adjunto de reserva, lo que equivalía a cobrar cuarenta euros más y pegarse el día rellenando formularios. Pero para eso Largo debía coger el alta: Tras la solución del caso Marlon cogió una depresión tremenda y mezclaba antidepresivos con relajantes y bourbon malo, pizzas revenidas y palitos de merluza congelada y caducada tres años atrás. Día sin pan nunca superó la muerte de Guapo con ganas. Y a la Administración le salía muy caro tener a un agente de baja indefinida y cobrando en tiempos de crisis. Para revertir la situación no apelaron al coste, sino a que el gran compañero debía tirar para adelante. Lo mandaron a varios especialistas, le corrieron unas juergas oficiosas, le llevaron al casino. El resultado fue inapelable: Un psiquiatra cogió una depresión aguda, dos agentes se divorciaron cuando sus revolcones extramaritales vieron la luz y otro policía se hizo ludópata. Dada la eficacia de la “operación Largo de alta”, fue la misma inspectora Sota de Espadas la que tomó las riendas y se sacó un postrero as de la manga: Cuadrícula de Excel. El agente Luis Mateo Sanjuanes era un auténtico friki de los formularios y las normas. Se sabía el código penal de memoria y el reglamento de pe a pa. Hubiera podido embaucar a más de un abogado tripón con sus estatutos pero nunca utilizaba su sapiencia legal para actuar al margen de la ley. Era el único, junto a Largo precisamente, que no se había apartado unos gramos de polvo blanco incautado para disfrute personal.
A Día sin pan no le cayó bien Cuadrícula de Excel. Le copaba por todos los lados: sabía más que él, buscaba mejor en los ficheros, conocía de modo insuperable la ley y era todavía más persistente. Por eso cuando Cuadrícula apareció por su puerta con el informe Lane sólo se le ocurrió eructar whisky barato. Excel sólo añadió que era DYC y Largo explicó de mala gana que se le había agotado el bourbon. Nada cambió para Largo, que seguía encerrado en casa castigando su hígado y puliendo sus regoldos. Cuadrícula venía cada día con pizzas del chino y compartían sus pesquisas. A las dos semanas el larguirucho empezó a colaborar preso del tedio.
El caso no parecía complicado. Un tipo demandaba al ayuntamiento de Lane por daños personales. Al parecer había sido atropellado por un vehículo no identificado en uno de sus múltiples carriles. El nota exigía al Pleno una indemnización millonaria como responsable civil subsidiario. La ciudad de Lane era de reciente construcción. En ella sólo vivían ricachos y vampiros del ladrillo. Con cámaras en cada cruce y cada esquina era la meca de la seguridad. Que un forastero exigiera una suma millonaria tras ser atropellado en sus carriles era un timo y un desplante. Desgraciadamente el tramo del accidente no era grabado por el gran hermano.
La ciudad de Lane tenía una particularidad por encima de muchas otras. Se le llamaba la Meca de la circulación y aglutinaba muchos carriles para vehículos. Una calle cualquiera contenía carril peatonal lento y otro rápido, carriles coches gama baja, media y alta, carril tetrapléjico, carril bebé para carritos, carril ciegos, carril bici, patín-carril, carril footing, carril taca-taca para ancianos, carril funcionarios de la administración, carril moto, carril ebrios, carril senil, carril tranvía, carril gimnasia, carril saltador, skate-carril, carril carnaval-semanasanta-halloween-navidad, carril compra, carril sordos, carril bus, carril taxi, carril policía, carril ambulancia, carril bomberos y carril visita guiada. El demandante fue a cruzar los veintinueve carriles y un vehículo no identificado lo arrolló. Realmente no importaba cuál fuera, pues el peatón tenía prioridad sobre todos los demás. La cámara de seguridad del cruce a 100 metros mostraba varios vehículos y viandantes en todos los carriles, por lo que se hacía imposible determinar quién había sido.
Pasaban las semanas y Largo y Excel comenzaron a desesperarse. Nada parecía mostrarles quién podría ser el malvado atropellador. Al menos Cuadrícula traía unos bollos recién hechos buenísimos. Estaban completamente atascados. Era evidente que el culpable no iba a aparecer por la puerta confesando su atroz tropelía, y sin embargo se trataba de gente adinerada que no sangraría demasiado por soltar noventa mil euros. De repente Largo sintió que una chispa de lucidez iluminaba la oscuridad de sus pupilas. ¿Y si el accidentado fuera en realidad el responsable del atropello? Excel buscó en su enciclopedia normativa y encontró una excepción dentro de un caso excepcional de prioridad peatonal. A partir de ahí Largo salió de su whiskypocilga, cogió el alta y empezó su auténtico trabajo de campo. Dos días después el demandante fue denunciado por atropello sin prioridad. El ayuntamiento se personó como acusación particular y la víctima y principal testigo fue rescatado de la vergüenza de su hogar. Se trataba de un ciego que chocó con el demandante cuando este último cruzó el carril ciegos. Aunque la prioridad debiera ser para el peatón en cruce, ésta se perdía en el supuesto de que el ciego no llevara perro guía, como era el caso. El invidente desconocía la normativa y ocultó su participación ante la imposibilidad de afrontar semejante indemnización en caso de ser declarado culpable. Poco pensaba que después de las investigaciones del friki y el sagaz larguirucho sería el peatón jeta el que le pagase, tras sentencia judicial, cien mil aliviadores euretes. Se compró un perro guía de los buenos y se puso ciego de ginebra, aunque esto no tenía mucho mérito.
Cuadrícula de Excel fue ascendido por su participación y Largo renunció a su puesto apalabrado. Se conformó por solicitar la permuta de motorista a policía de a pie. Mientras tramitaban su cambio Día sin Pan se preguntó qué nuevos compañeros le depararía su recién estrenado estatus.